¿Qué significa “criar” a un niño?
La crianza es el proceso de educación, enseñanza y aprendizaje de un niño o joven. Comienza cuando nace, cuando está en una situación muy precaria y necesita la ayuda de otro ser humano, y le permitirá ir estructurando su aparato mental tanto como su desarrollo físico.
La crianza es el proceso de ayudar a crecer en un entorno en el niño se sienta querido y respetado. De ese modo, aprenderá también a querer y respetar al otro humano que este con él.
¿Cuáles son las funciones de los que crían a un niño?
Existen funciones de quienes crían a un niño, que puede ser la madre, el padre o quien ejerza los cuidados que son indispensables para este recorrido. Las funciones son afectivas y normativas.
Las funciones afectivas son las de contacto, de alimentación, abrigo, cariño, las más ligadas al Sí. Las funciones normativas son las de control de sus impulsos, diferencian la fantasía de la realidad, lo protegen de los peligros que correría si todo fuera Sí. Están más ligadas al No. Son más difíciles, y requieren más amor porque no son ideales sino que ayudan a proteger y socializar.
¿Quiénes ejercen las funciones de crianza?
Culturalmente, las funciones afectivas estuvieron ligadas a las mujeres y a los hombres las normativas. Sin embargo pueden ser ejercidas por ambos cuidadores.
Es muy importante que los cuidadores si son dos o más, estén de acuerdo entre sí sobre los lineamientos a seguir en la crianza. No solo superficialmente sino que hagan reales acuerdos sobre estas cuestiones.
¿Por qué es importante poner “límites”?
Los “límites” son barreras protectoras, acolchados amortiguadores, filtros para disminuir los riesgos, defensas. Las amenazas, los castigos o exageraciones de los peligros no son útiles en el camino que atraviesa un niño para cuando va conociendo su entorno.
Los caprichos y las dictaduras infantiles se presentan cuando quienes los cuidan no pueden contener, enfrentar las manifestaciones de disgusto de un niño que no tolera ser frustrado y entonces no sostienen lo que han dicho.
Los adultos que suponen que los niños no deben sufrir una frustración no lo benefician. Así el niño aprende que puede conseguir lo que quiere con sus caprichos y su llanto. La situación se agrava y entonces se recurre a soluciones polares, negativa irracional, castigo, retos, negociaciones muchas veces inadecuadas. El límite necesario llegará, pero tarde y será inadecuado.
¿Cuál es el equilibrio en la imposición de límites?
Los niños pueden incorporar de a poco que no pueden conseguir todo y en el momento, los límites a tiempo y durante toda la crianza dependen de adultos que puedan tolerar los caprichos del niño, acompañarlos en su formación y no ceder ante sus propias inseguridades.
La forma en que adquiere la educación será importante para toda la vida. Tampoco debemos someterlos a una educación muy severa ni despótica, el niño no debe pensar que la fuerza es más importante que el razonamiento.
¿Cómo comprobamos si pusimos bien los límites?
En la adolescencia comprobamos si lo que hicimos en materia de límites, en relación con la posibilidad de nuestros niños de cuidarse por ellos mismos, fue adecuado. Es una etapa de contactarse con todo lo adquirido y con la idea acerca de sí mismos y de sus padres o cuidadores. Entonces elegirán lo que les conviene y sería lo mejor que podamos estar en sus decisiones con cariño y tolerancia.
Pueden surgir problemáticas de todo tipo, que como toda crisis, puede ser una oportunidad para rehacer lo que no se ha podido antes hacer adecuadamente o puede ser una pérdida de esta oportunidad.