¿Qué es la dermatomiositis juvenil?
La  dermatomiositis  juvenil (DMJ) es  una enfermedad  autoinmune, esto quiere decir que el sistema de defensa  o inmunitario, que en condiciones normales nos defiende de las infecciones, ataca células o tejidos del propio cuerpo aunque no exista ninguna infección. En esta enfermedad se produce inflamación de los pequeños vasos sanguíneos, especialmente, de la piel (dermatitis) y de los músculos (miositis), de ahí su nombre: dermatomiositis.

Esta enfermedad es poco frecuente en los niños. Puede aparecer en cualquier área geográfica, no hay grupos más propensos a padecerla. La edad más frecuente de aparición es entre los 4 a 10 años.

Esta enfermedad también puede afectar a los adultos, pero su evolución suele ser diferente.

 ¿Cuál es la causa?
Todavía no  se  conoce la  causa; como en  la mayoría  de  las enfermedades autoinmunes se piensa que en  su origen estarían relacionados varios factores: genéticos, ambientales e infecciosos. No es una enfermedad hereditaria ni contagiosa.

 ¿Cuáles son los síntomas de la DMJ?
Las manifestaciones características de esta enfermedad son la debilidad muscular y el compromiso de la piel.

Las  manifestaciones  cutáneas  pueden  ser  la  primera  manifestación de  la enfermedad, aunque a veces pueden aparecer unas semanas después del compromiso muscular. Las lesiones de  la piel pueden  confundirse con otras enfermedades más comunes como la dermatitis atópica o alérgica.

La mayoría de los niños consultan a su pediatra porque no tienen  fuerza o la misma esta disminuida; en general  la pérdida de la fuerza ocurre de manera progresiva, va apareciendo de a poco. Los padres notan que los niños se caen más seguido, prefieren las actividades sedentarias (dibujar, ver la televisión, etc.), evitan subir escaleras y se cansan fácilmente cuando caminan.

La debilidad muscular refleja la inflamación muscular, que aparece especialmente en los músculos más cercanos al tronco, en  ambas  partes  del  cuerpo  (simétrico). Esto  quiere  decir que  los músculos  del  cuello, las  caderas,  los hombros y el abdomen son los más afectados. La debilidad se manifiesta con cansancio progresivo, caídas frecuentes,  dificultades  para  sentarse  en  el  suelo  y para  incorporarse, para  subirse y bajarse de la cama,  para subir escaleras, para peinarse, para alcanzar objetos que estén elevados por encima de la cabeza; estas limitaciones progresivas en la capacidad física van generando, en muchos niños, irritabilidad y temor, especialmente a caerse y golpearse.

Como mencionamos anteriormente la otra manifestación característica es la inflamación de la piel, que se manifiesta por un enrojecimiento  o eritema de la cara, que incluye  los  pómulos, el mentón, la frente y los párpados; pudiendo verse  hinchazón  y un  ligero tinte  violáceo sobre  estos  últimos. También  se  observan  erupciones  rojizas principalmente  sobre  los nudillos, puede  observarse  también  sobre  los  codos, rodillas  y tobillos. Con  menos frecuencia  pueden  verse  ulceraciones, especialmente  a  nivel  de los  codos, la  piel  sobre el ángulo interno del ojo, nudillos  y  axilas. También  puede verse  una  zona  más  enrojecida  alrededor de la base de  las  uñas, debida  a  la inflamación de los pequeños vasos sanguíneos en la zona de la cutícula.

Los síntomas de la piel pueden empeorar con la exposición al sol (eso se conoce como “fotosensibilidad”).

En  los  niños  en  que  la  enfermedad  lleva  muchos meses de evolución pueden aparecer nódulos duros debajo de la piel, que pueden drenar un material blanquecino que parece pus o pasta dental, pero que en realidad está compuesto por sales de calcio (calcinosis).

¿Cómo se hace el diagnóstico?
El diagnóstico se hace teniendo en cuenta las características clínicas  de  la  enfermedad, (el  compromiso  cutáneo  y muscular) asociado a la elevación de las enzimas musculares. Cuando el músculo se inflama, las enzimas musculares que  incluyen: (nombres abreviados) CPK (o CK), TGO, TGP, LDH, y aldolasa, que  se evalúan con un simple análisis de sangre, aparecen en niveles altos.

A veces los síntomas iniciales se pueden confundir con otras enfermedades, por  lo  que es necesario recurrir  a otros métodos diagnósticos como la biopsia muscular, en la que se pueden observar los cambios que la inflamación generó y  que  confirman  el  diagnóstico  de  DMJ. Otro  método  utilizado, aunque  menos  frecuentemente, es  el electromiograma,  para  lo  cual  se  colocan  unos  electrodos  (como  agujas) en  los  músculos  para  observar  cómo responden  a  los  estímulos; se  utiliza  especialmente  cuando  es  necesario  diferenciar  entre  una  enfermedad del músculo (como la DMJ) de otras de causa neurológica (cuando la inflamación es de los nervios).

Otro estudio que se utiliza para el diagnóstico y el seguimiento es la capilaroscopía. Esta  consiste  en  la observación de los capilares del lecho de las uñas; este procedimiento no duele, consiste  en  colocar una gota de aceite en  la piel alrededor de las uñas y observar los capilares (los vasos sanguíneos más pequeños) con una lupa de gran aumento o un microscopio especial.

Hay otros estudios que el médico suele solicitar para valorar la afectación de otros órganos por ejemplo: electrocardiograma y ecocardiograma, para valorar el corazón; examen funcional respiratorio y radiografía de tórax para ver el compromiso pulmonar; y estudio de deglución para ver la afectación de  los músculos  implicados en ella.

¿Cómo se trata?
Si bien todavía no contamos con un tratamiento curativo para la DMJ, existen distintos tipos de fármacos que hacen que la enfermedad pueda remitir, es decir, que se pueda controlar. Existe un tratamiento  adecuado  para  cada  niño, ya que la enfermedad no se presenta de la misma forma en todos los que la padecen. En  la mayoría de los  pacientes, cuando  el  tratamiento  se  inicia  rápidamente, la  evolución  es  buena, esto  quiere  decir  que  recuperan  la  fuerza muscular sin presentar restos de debilidad u otras complicaciones.

Pero en algunos niños pueden producirse secuelas físicas, generando incapacidades que pueden permanecer aunque la enfermedad remita (debilidad de algunos de los grupos musculares, calcinosis y lesiones en la piel).

Tan   importante  como  los  medicamentos es  la  terapia  física y  kinésica, que  está  dirigida  a  recuperar  la  fuerza muscular, la movilidad articular e impedir que se generen contracturas (posturas en flexión de codos y rodillas). Esta terapia debe programarse de manera progresiva de acuerdo con la evolución clínica de cada paciente.

Se  sabe  que  la  luz  del  sol  puede  reactivar  la  enfermedad, por  eso  es  muy  importante  cuidar  a  los  niños de la exposición al sol. Se debe evitar la exposición prolongada en los horarios pico, utilizar pantalla  solar sobre  las partes expuestas del cuerpo (factor de protección solar mayor a 45), utilizar sombreros y mangas largas. El  cuidado del  sol es para toda la vida aunque la enfermedad haya desaparecido, ya que la luz solar puede hacer que reaparezca.

Los  fármacos  que  se  utilizan  para  el  tratamiento  de  la DMJ son  corticoides, indispensables  para  controlar  la inflamación y actúan en forma rápida, y metotrexate, que es una droga inmunosupresora.

¿Cómo es el seguimiento de la DMJ?
El  seguimiento  es  clínico  y  de  laboratorio, ¿qué  quiere  decir esto? Inicialmente los controles con el reumatólogo pediatra  serán  muy  seguidos; en  el  consultorio el  médico  valorará  la  fuerza  muscular  con  diferentes pruebas, tomando  la  fuerza  y  la  resistencia  de  los  diferentes grupos  musculares; evaluará la piel y sus cambios, así como la capacidad funcional que puede medirse mediante un cuestionario que contestarán los padres (CHAQ) y solicitará análisis de laboratorio, no sólo para ver el valor de las enzimas musculares, sino también para controlar los posibles efectos adversos de la medicación.

¿Cuánto dura el tratamiento?
El tratamiento  es  prolongado, habitualmente es de dos años como mínimo. A lo largo de ese tiempo, si la evolución es favorable, se  descenderán paulatinamente los corticoides y, si la enfermedad entra en remisión (esto significa sin actividad), el reumatólogo evaluará la suspensión del tratamiento. Los controles clínicos deben continuar aunque la enfermedad haya desaparecido, si bien estos serán más espaciados.

¿Cuál es el pronóstico?
La DMJ es una enfermedad que no se comporta de la misma forma en todos los niños: en algunos es leve, en otros moderada y en algunos casos grave.

Se  trata  de  una  enfermedad  crónica, que  hasta  la  actualidad  no  tiene  cura  pero sí tratamiento, que  logra  la remisión de la enfermedad. En  algunos casos  se consigue controlar  definitivamente (este  tipo de DMJ se denomina monocíclica), en otros podrá “dormirse” y después de varios meses o años “despertarse” nuevamente (policíclica); los médicos hablamos de recaída cada vez que la enfermedad “se despierta” y, en casos excepcionales, puede permanecer activa.

Con  los  tratamientos  actuales  en  la  mayoría  de  los casos el pronóstico es bueno, esto quiere decir que los niños logran mantener una fuerza muscular normal, sin complicaciones por la enfermedad o el tratamiento.

Algunas preguntas frecuentes
¿Cómo tiene que ser la dieta?
No  hay  ninguna  dieta  especial, lo  aconsejable es  seguir  una  dieta saludable: comer alimentos variados (muchas frutas y verduras) y sin sal, no solo no agregarle sal a  las comidas y  tampoco comer alimentos que ya contengan sal (quesos, fiambres,  pan, facturas, algunas galletitas, embutidos,  pastas  rellenas). Esto es importante mientras estén recibiendo corticoides, para evitar el aumento de la presión arterial y el aumento de peso. Conviene comer alimentos con poca grasa y azúcar.

¿Qué vacunas se pueden recibir?
Los niños con DMJ que reciban tratamiento inmunosupresor no pueden recibir vacunas a virus vivos o atenuados. Es  conveniente  completar  el esquema  de  vacunación  antes de iniciar  el tratamiento. Pero es importante, aunque estén con tratamiento, que reciban el resto de las vacunas. Actualmente también se indica la vacuna antigripal todos los años.

¿Es necesario el apoyo psicológico?
Siempre que se le diagnostica a un hijo/a una enfermedad crónica, en los padres y el niño se generan un montón de pensamientos,  interrogantes  y  temores. Es  muy  importante  la  comunicación  entre el médico y la familia acerca de todos  los  interrogantes  que  surjan; a  veces  es  necesario  el  apoyo psicológico del niño y la familia para poder enfrentar el impacto del diagnóstico y para acompañarlos a lo largo  del tratamiento. Es  importante no olvidarse de los hermanos en esta situación.

¿Puede concurrir a la escuela?
Los niños con DMJ pueden concurrir a la escuela. Es fundamental que lo hagan para mantener el contacto con otros niños  de  su  misma  edad. Con  respecto  a  la  actividad  física, no  se  recomienda  la  realización  de  actividades competitivas, sobre todo en los primeros meses de la enfermedad. Se debe hablar con los maestros y profesores para que comprendan las limitaciones y las necesidades del niño.
A medida que el niño recupere su fuerza y esté menos inflamado, se irá adicionando más actividad física.